Apurando las horas de una semana que inevitablemente se va y que… no volverá. Cada segundo pasa ralentizado por su cabeza, cada detalle, cada gesto, cada mirada… el baile al ritmo de  la música que no cesa.

Lo absorbe todo, queriendo retenerlo en su interior.

El mar que no da tregua, el plato en la mesa y el vaso lleno, las conversaciones, las miradas, los gestos y las palabras que desentonan con lo que ve.

No había nada a cambio, no había exigencias, ni reproches, sólo que ella estuviese, tal cual es, no quería nada más sólo su presencia. Lo que sintiese era algo que no compartiría que se quedaría en sus ojos, con cada palabra pensada, pero no expresada.

Pero hablaron, volvieron al mismo punto, a ese donde no se encuentran, donde se vuelven a perder, cada una por caminos diferentes.

Y mientras apuran el último trago, el último paseo, el último abrazo, vuelve a pensar en el tiempo, en las olas, en la música, en sus ojos, en su pelo, en su mundo, en su risa…

Guardemos con cariño e ilusión todo lo vivido y las sensaciones en una cajita de conservas ...

Arcade Fire

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